25 marzo 2014

A vista de pájaro

Al elevarse sobre la polvareda
se puede discernir mejor el contorno de la batalla.
Sus porqués entre lamidos,
el estertor y el parto inicuo de lo que ahora estalla
al chocar entre sí esos los de realidad
contra la idea contaminada del deseo.
El deseo singular y el sacrificio,
se encarnan más allá del cuerpo.

Al elevarse sobre la polvareda
y observar el resto como ayer a mi misma,
—como si el respirar de la vida fuese
un ejercicio de zoología sin sentido—
se cobra conciencia de la individualidad del cuerpo.

No hay unión bajo ninguna piel,
ni los abrazos contagian.
No quedan esos túneles blancos con cartel de salida
o esperanza alguna en el lenguaje de los niños.

Desde dentro de la polvareda,
en el confuso patinar del suceso diario
la vida no es más
que café revuelto.

Opacidades

La obsesión por hablar de las cosas
y de las ideas de las cosas
y de todo lo creado por los hombres
nacidos en la tierra.
Ponerle voz a lo eterno.
Una voz con corazón
que no se quede fría
perdiendo el calor
tras la contemplación experta
del té en la taza azul.
Todos los días
lloran
las cosas sin voz
porque el corazón les duele.

Mutante

Hay partes de mí que sí que podrían parecerse a algo inmutable
a algo sólido y con aspecto de cosa vana,
pongamos, por ejemplo, una roca.
El resto es puro aire y quizá más leve que el propio aire
y quizá, en este instante,
ya está en otro lugar que no es el papel.
Pongamos, por ejemplo, que está en tus manos.

contemplación

Me quedé el tiempo suficiente en la orilla como para ver cómo se perfilaban los sedimentos del río.
Adquirían formas semihumanas, los rostros de piedra paciente sabiéndose meandro o borde prescindible.
Me quede mirando tanto tiempo el devenir del río que yo misma terminé por decantar.
Yo misma, tanto las ilusiones como las heridas.
Todo se dirigía magnéticamente a un grano amigo, a un alga vecina, a un desovar inevitable o viscosidad amante.
Mezcla inocente el no saber reconocer qué sirve y qué no sirve para encajar en la corriente.
Me fundí.
Agua, cristal, elemento.
Dónde encontrar la fuerza entre tanta salsa natural.

La ruta natural

Atravieso el puente de alcántara,
el desierto del sáhara,
las montañas de tian shan:
todas las tautologías
se condensan en los caminos de la piel.
Y como en cualquier rito,
me exigen una ofrenda.

¿Dejaré la inocencia o del atardecer escapará un grito?

Desprenderse nunca fue tarea fácil ante el clan.
Si doy mucho, peco de ególatra.
Si guardo motivos, de injusta.
¿Seré, en esta nueva etapa,
fiel cordero o amazona feroz?
Saciaré seguro el hambre pero todavía no sé
si el hambre de mi espíritu terminará
siendo canibal.

Atravieso la vía láctea de un transito
por ligeras inquietudes
flotando en leche sabia:
el chorro iluminador.
La plaga de langostas aterriza en la cocina,
el cartero trae la del genocidio de infantes.

Huracán de gelatina.

Se cuentan mil soles girándole a la luna,
mientras los meteoritos descubren
a tientas
una nueva humanidad en su naturaleza errante.

Ni una brizna de paja queda en este campo de semillas latentes.
Pero quedan huellas, huellas por doquier
al mirar atrás hacia andares y señuelos.



(Dejando constancia del primer poema de la nueva década)

21 marzo 2014

mariposa de iguazú o sorber minerales tranquila




No tengo cámara de fotos. Se perdieron —o más bien, perduran— en la memoria muchas instantáneas que me habría gustado conservar. Si bien siempre he creído que embotellar el presente en formol, digital o analógicamente, es solo para cobardes, nunca está de más guardar algunos momentos eternos. Se fueron muchos paisajes, lecciones, fiestas colectivas en medio del campo hasta que rayaba el alba que no intenté apresar: estaba muy ocupada viviendo; se perdieron —y no deseo atesorar en otro lugar que no sea mi habilidad para revivir la vida internamente— caras que amé, deseos cumplidos, hazañas que contar a los nietos que quizá no tenga. Pero hoy he recibido esta fotografía del viaje que hice hace unas semanas a las cataratas del Iguazú y, ya que no tengo constancia palpable en el blog de que llevo "una temporada" —todo intento por acotar temporalmente mis experiencias en el cono sur es absurdo— viviendo en Argentina, he decidido subirla. Para rellenar, quizá volver más cálida, esta casa mía que hace ya casi 8 años que sostengo, llamada "giralima girando".

La misma lengua

Yo le hablo al amor con palabras que él entiende
Me pregunta,
por ejemplo:
"¿dónde te pierdes cuando te anego?"
Y le contesto
firme, inocente y nubia:
"en ariales fecundos,
allí donde la carne perpetúa
quién sabe qué temores".
Así se esboza lo concluso,
porque final y principio
comparten el mismo esqueje.

20 marzo 2014

Black bird

En tu ausencia, los pájaros negros cantan
a un aire viciado de tanto vacío
Si la libertad tiene un nombre acertado
que se llama a sí mismo "instante"
no hay aquí ni ahora que no te lata en los rincones.
Ésa es la libertad desquiciada en el pálpito contigo:
libre desde la hoguera interna
y esta bandada de pájaros llevándome en volandas
—ligera como todo amor pesado—
por caminos de espinas dulces.

Piares al alba.

Sabes que este tarareo hacia lo azaroso
es zozobra de añoranza,
cantos que inficionan,
contacto con la ruina

Aves cabales me graznan desplegar las alas
pero,
¿dónde se ve ligereza
en un recuerdo pesado
como pirámide injusta?

Me cuentan de mundos más allá de estos pedregales,
en los que se celebran ofrendas
por mi regreso
pero,
ese horizonte es simple estela
y el prometedor hogar, lejana lumbre

Serán cálidos, serán
            (sin ti)
menos hogar y más refugio.

09 marzo 2014

Adopción

me quedé sola cuidando un amor que era de los dos
le arropé en sus dudas, velé por su cuerpo tibio y firme
bajo las bombas y bajo la lluvia confitada,

fotografié sus hitos,
paseos y miradas,
ese lento crecer y el retroceso con furia,
las prisas y los llantos.

que lo cuidaba sola,
no lo supe nunca

por eso, ahora que titubea, huérfano,
que da vueltas perdido
buscando un origen que no pidió,
es a mi a quien regresa.

le doy la mano,
nos vamos juntos.

08 marzo 2014

Acabo de sentir la inconsistencia de las piedras

La arenisca solo llega
cuando todo lo demás
ha sido nombrado “Hierro”

Cúbito supino

Me acomodo
y me pongo a pensar
en derechos y verdades
en lo que doy y lo que pido:
una pirámide sensual llegando más lejos que nadie

Ahora estamos solas,
podemos vomitar.

Tumbada y sucesos,
cada confesión, azúcar.

Miro un techo que se parece
-razonablemente-
a ti cuando no miras.


                planicie y llanura,
               bosquejo de lo blanco

Y me pregunto,
en esta inmensidad,
cuánto sin mí regalo
y cuánto de mí ansío.

Y me pregunto
cuánto regalo del resto,
qué me queda en la noche ausente.

sick-seek

recuerdo la primera vez que corrí tras un poema
había luz en la cocina
y yo bajo una lámpara
buscaba eso parecido a mi
              (hoy)
corriendo tras tu vaho

Todo lo que fuimos

También yo soy otra

(me lo dice la piel,
la foto en la almohada,
un pasaporte efímero)

pero que tu pasado me asalte
-así, a mano armada-
es hacha de guerra
cápsula antisueños
y todo lo anterior,
realidad en pedazos

06 marzo 2014

Un dolor

Al principio solo fue un temblor
Breve estremecimiento de roca
o una brisa erizando la piel -terriblemente sensible- del acantilado.

Cayeron tormentas
Las olas rompieron durante lunas toda su tristeza y su espuma
contra ese muro impenetrable de recias cavidades,
grutas marinas y líquenes trepando en una existencia
de precario equilibrio y pelos en la boca.

Poco a poco el temblor dejó paso a lo convulso en todas sus formas.
El estremecimiento del berrido no nato,
el predecible porvenir del derrumbe
y la avalancha de piedras suicidas o sensatas.

Y como todo lo que existe en la tierra
-y en la tierra sufre y deambula-
estando sujeto a la ley de la gravedad
terminó por desprenderse.

02 marzo 2014

Parto


Fui más yo cuando tú eras bruma
Ahora que me inundas, soy testimonio
Busco una huella dactilar
que me recuerde el nacimientos de los cisnes.
El día en que el pico agrietó la cáscara
todo lo blanco, lo vacío, toda la pureza.

Fui más yo cuando el mundo te alumbraba
Tu cabeza se abría paso en los muslos del temblor
y salías, rojo y débil
a morderme de puntillas el pecho
rebuscar en los diarios,
tentarme con el brillo.

Fui más yo que ésta que soy ahora
un amasijo de ardor
intentando devolver al útero
un amor ya crecido.

No se puede empujar las voluntades
cambiarlas de lugar,
mudarlas a cuerpos menos blandos.
No se puede revertir la mitosis
exigirle a este corazón que se vuelva piedra,
o la mezcla originaria de cuando fui más yo
y tu súbita llegada al mundo
apenas significaba nada.