28 septiembre 2007

lección de español (I)

Yo y mi ombligo patafísico
Tú, esperanza verde arena
Él huele a sándalo y mentira
Nosotros qué no hacemos con las manos
Vosotros primavera y lento olvido
Ellos esperan, esperan, esperan

6 comentarios:

Levita dijo...

Venga va, yo juego:

Tú, que te enseñas
Ella, noches y vaho
Nosotros, solomillo con salsa de almendra
Vosotros que sabéis
Ellos que nunca se enteran

GiraLima dijo...

patafísica mental
tenemos que hacer un taller de poesía en cuanto tengamos tiempo, qué te parece?
besetes

Levita dijo...

¡Woooo, qué buenoo! Perfecto, pero nada de ir al club Bukowski a chasquear los dedos y beber hidromiel, hehehe...

¡Viva la patafísica mental! ¡Viva el profesor Keating! ¡Viva las madres que nos parieron!

Un beso...

Anónimo dijo...

Ada Byron c. 1987

“¿Qué es este olor?”, preguntó asustada, al notar como aquella textura pegajosa y plasmática comenzaba a cubrirle los muslos desnudos. “Mantequilla de cacahuete”, susurró él, como un verdugo enamorado. “Pero… pero…”, trató de protestar ella. “Pero nada, mi amor, pero nada”, le dijo entonces él, al tiempo que le acariciaba los labios con el dedo índice completamente embadurnado con aquella sustancia, “es el color más parecido a todas las cosas muertas y doradas que cubren ahora el camino desde el Emperor’s College al cementerio de la iglesia”.

No había mentido. El sabor espeso y dulzón se instaló en su garganta tan pronto su compañero apartó la mano y pudo relamerse. La oscuridad, las sábanas de seda, la venda en los ojos, los grilletes… todo tenía ya aroma, lengua, aparato digestivo. “¿Qué vas a hacer ahora?”, le preguntó entonces a su captor con un gemido de placer. Él, por supuesto, no respondió. Eran las reglas.

Se imaginó a sí misma descalza, mirando por última vez las torres grises del Emperor`s College, caminando hacia las lápidas blancas y después, tomando otro sendero enlazado con aquel, hacia el Little Owle Pub o quizá hacia Jalfoy Manor. Sobre la hojarasca, a los pies de un cedro seco, yacía el cuerpo aplastado de un pajarillo de color pardo. La huella de automóvil le pasaba por encima. Sonrió a pesar de la náusea.


Algo nuevo pasó a formar parte de su cuerpo. Su captor, como siempre sin previo aviso, cubrió su cabeza con lo que parecía una cazuela antigua, o quizá un yelmo para alguien con la frente muy ancha, coronado por algo que ejercía cierta tirantez. Quizá –a juzgar por el resto de experimentos a los que se había sometido- podría tratarse de un penacho de cables. Sus muñecas y talones también fueron aprisionados por unas enormes tenazas (o quizá cascanueces, diseñados para destrozar el corazón de la luna) conectadas también en alguna parte por algo que llevaba él entones en la mano (una percha de armario metálica, pudiera ser) y que manejaba como la cruceta de un títere.

Abrió la ventana. Ella no pudo saberlo entonces, pero los relámpagos dejaron al descubierto en la habitación cucharas quemadas, un cuerpo de muñeca desmembrado y la caja de un juego infantil de química. “¿Preparada?”, preguntó él entonces ansioso. Y ella pensó que en momentos como aquel, era mejor zambullirse, apretar el interruptor, beber del tazón hirviendo, no pensar en nada. Todo tiró de ella en ese momento hacia el exterior, hacia la lluvia, hacia los truenos. El baile había comenzado y el bailarín hizo que se le encogieran los dedos de los pies; era eléctrico, sacudía su cuerpo una descarga tras otra como si fuera una mujer-elefante que debía ser tranquilizada por sus cuidadores.

La última sacudida la quiso llevar al suelo, a la inconsciencia. Pero tan sólo logró de ella el olor a carne quemada y dejarla colgada de medio lado a un extremo del lecho, como la broma de un carnicero. Pero no le importó. El viaje la había llevado hasta una laguna donde flotaban varias plumas de cuervo, un tocador sobre el que descansaba una dentadura postiza de vampiro y el borde negro de una falda manchada de placenta. “Despierta, despierta, cariño”, le excitó al cabo de unos minutos la voz de su captor, “ya no volverás protestar, mi amor, con la llegada de octubre”.

¡Feliz otoño!

¿Que tal te va?

Un abrazo,

Javi

Levita dijo...

¡Te parecerá bonito! Tú por ahí sin dar señales de vida y yo aquí, preocupado. Y si te ha pasado algo ¿qué? A ver, dime ¿qué hago?. Porque esto que me das tú no es vida ¿eh? En ascuas to´l día que me tienes. ¡Aaaains dios mío...!

P.D.: Mondo Teatrillo

P.D. II: Para que engañarnos, no haría esto si no fuera en parte porque eres mi única lectora y aunque no comentes... y aunque no te conozca... ¡teníamos un acuerdo, joder! ¿Recuerdas? Yo escribía tonterías, tú las leías y te hacías la sorprendida, subías mi ego... Y después yo te correspondía comentando tus escritos, tú te sientías leída, admirada, etc. ¡Todo era feliz!

Bah, ¡qué digo! ¿Y si te han dejado de hacer gracia estas comedias? Eran lamentables, sí, pero también entretenidas. En fín, s es así no te culpo.

P.D. III: Te iba a escribir en ese sobre que has puesto junto a los comentarios, pero algún capullo tuvo la feliz idea de permitir un máximo de 300 letras. ¡300 letras dentro de un sobre! He visto tatuajes con más letras...

Bueno, que me enrollo. Espero que todo te esté yendo bien, solo eso.

Un beso, cuidate.

GiraLima dijo...

saludos desde los días más largos de mi vida!
javi: me flipó el relato. muchas gracias por entrar y saludar que me hizo mucha ilusión! no vo ya poder ir a wesconsin en mucho tiempo, así que agradeceré futuras huellas tuyas paseando por aquí...
levita: a ver para cuándo un café tertulia. dentro de poco procuraré centrarme y hacer algo en el blog, que la verdad que está abandonau...

besicos icos icos icos