06 septiembre 2007

Cuatro tiempos

La verdad es que me encanta Chamberí. Al final, es dónde me quedo a vivir este año. Después de todo, sigo en Madrid. Mitad vida. En el fondo me daba pena imaginarme lejos de ese pequeño reducto de libertad (paradoja) que es el Dos de Mayo. Pero ha dado la casualidad de que se ha cruzado en nuestro camino uno de los escasos golpes de suerte que hay en el especulativo mercado inmobiliario. Y no vamos a olvidarnos en la mención del hallazgo de la persona que ha canalizado toda esa buena fortuna: Rosario, una joven e ingenua abogada merecedora del primer browny que cocinen los hornos de alta categoría del pisazo que hemos alquilado. Gracias a ella trasladamos nuestro pequeño antro de relaciones sociales 24 horas de los límites al corazón de Chamberí. Tengo ganas de cambiar. Año nuevo, vida nueva, piso nuevo. Demasiadas cosas como para no “ser alegre”…

Hoy ha sido un día larguísimo. De esos en los que las horas están exprimidas tan al límite que toda la energía concentrada emula, en apenas unos minutos, días de realidad. Muchas emociones, muchos escenarios, muchos actores. Me queda sólo un examen para terminar la carrera, cambio de aires en la misma ciudad, espero empezar a trabajar, tengo un corazón que me pregunta sin parar qué es lo que quiero y cómo defenderlo y la sensación de encontrarme al borde de un abismo cuyo final se funde en un negro “continuará” que por momentos no puedo esperar a ver. La curiosidad mató a la gata. (Mientras escribo esto, las dos gatas revolotean a mi alrededor y exploran la inmensidad particular que tiene para ellas el salón. De vez en cuando trepan por mi cuerpo. Es su forma de decir que siguen estando ahí...) Y entre todas estas prendas de emoción secándose al viento, al vaivén de olas en un mar de pantallas, rehago sin orden mi jornada: mi calendario personal. Día intenso en el que aprendes cosas que valen la pena y a fiarte de ti misma, en el que la coherencia se alza sobre el simple acuerdo pacífico interno y va más allá. Me ha gustado aprovechar mi energía en Madrid.

Cuando volvía a casa en el último metro han pasado un par de cosas bastante graciosas, de esas que te hacen esbozar una amplia sonrisa de ironía. Además, después de unas cuantas cervezas entre la casa de las tortillas y el Dos de Mayo mi ironía daba mucho de sí y mi sonrisa, aún más. Una vez en el andén del metro he sacado de la mochila un regalo precioso que me han hecho esta tarde: el libro de los Rubaiyat de Omar Jayyam, otro místico sufí sobre el que aprender más de las verdades cotidianas que marcan plena diferencia. Lo he abierto por una página al azar y he leído uno de los rubaiyat, (rubaiat es el plural persa de rubai, que significa cuarteta, ya que este tipo de poemas están estructurados en cuatro versos). Me he quedado bastante chocada. Ya de por sí soy susceptible a los símbolos y señales que aparecen constantemente ligados a mis decisiones, así que este poema no iba a ser para menos:


Cuando en primavera el tulipán el cáliz eleva

Si puede acompañarte un rostro de tulipán

Bebe vino y gózalo porque esta vieja rueda

De pronto, como la tierra, te aplastará


Me ha parecido una metáfora increíble de mi situación actual. Por un momento ha aparecido flotando en el techo del vagón el rosado gato risón de Alicia señalándome el camino. He marcado el poema, cerrado el libro y lo he vuelto a abrir posando la vista sobre otro rubaiyat cualquiera. Era el siguiente:


Jayyam, si te entregas al vino, sé alegre

Si una belleza de cara de luna te acompaña, sé alegre

Pues concluye la labor del universo en la inexistencia

Como si no existieras, puesto que existes, sé alegre


He flipado. Me ha parecido alucinante. Precioso, simple, honesto. Las puertas del vagón de metro en el que viajaba no se han abierto en Ríos Rosas. Todos los que esperábamos para salir nos hemos ido a Cuatro Caminos sin quererlo. He vuelto andando, aprendiendome los dos poemas por la calle. Acababan de mojarla y me he empapado las sandalias. Me apetecía llegar aquí, tirarme, escribir un rato.


Analizando un poco los poemas me ha hecho gracia encontrar paralelismos, partiendo de la base de que ambos son un canto al carpe diem. La imagen del vino (por otra parte habitual en los rubaiyat), y que los dos contengan en sus versos el verbo "acompañar", que personifica un debate constante en mi cabeza, me ha parecido muy curioso... No habría encontrado dos poemas mejores queriéndolo. ¡Si es que hay que dejarle hacer al devenir!


Omar Jayyam

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1890

4 comentarios:

boavida dijo...

Ei giralima, me alegro por lo de vuestro nuevo centro de relaciones sociales 24h, y más aun de verte recuperar la sonrisa.
Los nuevos proyectos siempre traen de la mano un buen puñado de energía y motivación, asi que solo te queda lo más sencillo que es aprovecharlo, y como has dicho, dejar hacer al devenir.
Paz y suerte

GiraLima dijo...

jeje, gracias
ya sabes que estás invitado cuando quieras al centro de relaciones sociales, que te quedan muchas cosas de madrid por ver!
un besete

Anónimo dijo...

lo que tenga que ser, será, simplemente observa lo que le pasa a lo que llamamos "yo" y disfruta :)
mucha suerte y alegría en tu nueva casa, habra que pasarse y dejar alguna huella, no?

un besazo primika, a cuidarse!

GiraLima dijo...

sebas! jo, ya hacía tiempos que no dejabas mensajicos por aqui... pues sí tío. os tenéis que venir bob y tú a malabarear en mi cuarto gigante, jeje
a ver cuándo quedamos, un besico!
maría