Hay momentos en los que de verdad me siento un animal. Cuando busco un papel para liarme un cigarro, queriendo subir a un vagón del metro infestado de obrerxs, cuando estoy sola. Y son los ejercicios que no hago los que me mantienen en forma.
Dedos dúctiles del día a día. Saber ponerse las bragas sin mirar, las lentillas, llaves y a la calle por las escaleras desconchadas. El descorche de botellas derretidas o en qué estación del metro subirse cuando los lados de la calles son lunares adaptados en la piel, ya subir-bajar-subir por las escaleras con el libro atado al atril de las manos -sin mirar o sin querer ver-, ya sentir propia la mentira diaria en la que me sumo, resto, en la que me multiplico si es cierta la teoría de universos paralelos en los que una alelada mujer rondando la treintena, que parece todavía adolescente por sus atriles en las manos y su no mirar, se sumerge en el metro mintiendo, mintiendo, que cada vez se le da mejor. Día a día de emociones tan triviales que parece que no viva en un sueño, sino que el sueño le sea. Traje onírico a medida y el Obelisco un simple falo que ya no excita sino rasga paredes de vaginas tremendamente vaginales.
A veces mentir es como cocinar. Si no tienes un ingrediente secundario usas otro y el guiso queda tan parecido que engaña al paladar. Sustitutivo del gusto, que para todos los gustos siempre hay algo que pueda camuflarse lo suficiente. Sal por pimienta, leche por nata, un cuerpo por otro. Medias verdades. Mitad a medias cortada por lo sano con un buen filo. Zas. Es lo mismo que remplazar un vino bueno por uno malo cuando terminas la botella y las glándulas salivales están ya medio adormecidas y la razón no entiende de vinos buenos o malos vinos. Ya nada importa. ¿Quieres o no quieres beber? ¿Me gusta o no me gusta el soma, la ridiculez de mi existencia, el útero vacío, uno más uno, saberse átomo y doblegar(se)?
El lenguaje es déspota. Se disfraza de proletario pero en verdad es un tirano que no acepta rendiciones. Cada uno de ellos tiene una particularidad incompatible con el resto. El lenguaje musical bien podrá intentar ser descrito que ningún otro lenguaje sabrá cómo interpretarlo para los sordos, como la poesía no se deja atrapar por matemática alguna o lengua vernácula de aquellos que no nacieron para apreciar sus dones.
Como mi lenguaje o el tuyo que ni tú ni yo comprendemos porque estamos atados a un entendimiento que nos supera o que nuestra mente, simplemente, se encarga de refaccionar.
Cuando tus palabras llegan a mis oídos se pone en marcha todo un sistema superior a mi que me invade colono y soberano sin pueblo, que lija muros, pinta superficies, levanta barricadas y coloca algunas plantas decorativas para que la sala en la que inicialmente me recibes sea una sala totalmente diferente a la que termino entrando yo. No existe el entendimiento. No existe nada. No hay suavidad en este mundo de resina.
MONALISA
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- No me hagas una foto sin la dentadura.
- Que vas a salir muy bien- insistió él.
Ante lo inevitable con un rápido gesto me tapé la boca con la mano con un...
Hace 3 días
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