20 febrero 2007

círculo

Hay promesas que duran apenas los días de una estación. “No volveré a...”, “a partir de ahora...”, “es la última vez que...”, y, poco a poco, cada hoja que cae con el otoño o brota en primavera, se lleva una a una las letras de la frase, hasta que ya no queda promesa que conservar.

“De ese agua no beberé” es un temerario juramento que sólo surge en medio de la abundancia, cuando creemos que, realmente, nunca más habrá sequía. Pero hay emociones inevitables, más letales que la propia sed, a las que regresamos una y otra vez, cayendo irremediablemente en la misma piedra que juramos no volver a pisar.

Una vez cometido el “crimen”, se suele usar otra frase hecha que me gusta especialmente: “tragar las propias palabras”. Me parece realmente gráfica, una convincente adaptación lingüística que describe limpiamente la amarga sensación del arrepentimiento.

Hay promesas que nunca deberían salir del corazón, porque, precisamente, son esas las piedras más recurrentes, las que hacen tragar palabras en el camino. Ya no me fío de mi misma. No sirve de nada lanzar juramentos al aire teniendo dentro un corazón tan rojo...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

palabras, promesas, emociones, piedras en el camino, gotas de agua, hojas que nacen y mueren y corazones rojos...
tic tac tic tac...

GiraLima dijo...

reloj anónimo deja mensaje críptico. y quien quiera entender, que entienda.

Anónimo dijo...

Que tus palabras sean siempre suaves y dulces por si te toca tragártelas... me gusta esa frase.
yo tampoco confío realmente en mí, me engaño bastante pensando que no me doy cuenta, pero siempre estoy ahí y me pillo, luego vienen las broncas, el sentirme mal... pero siempre me acabo perdonando :)
un besote, prima

Anónimo dijo...

pero cómo no te vas a perdonar, si eres más bueno que el pan!
qué, cómo llevas el contact? la semana que viene tenemos que quedar, eh? jeje
besos pal primo