¿Cómo se puede borrar algo que nunca se ha escrito? Últimamente muerdo las letras antes de escribirlas. Por culpa de la impaciencia, por tener el teclado atado a las manos sin magia ni hilo invisible. Por tener mucho tiempo libre para ocupar escribiendo y borrando. Cambiando verbos, preposiciones. Ahora sin adjetivo, ahora con duda, odiando el plural (o plurales). Muchas veces borrando todo lo escrito. Eliminando el rastro fugaz de las palabras con sólo un botón. Y siempre con la dulce impaciencia bailando en la yema de los dedos.
Releer desde la primera lectura; perseguir la frase perfecta; encontrar la secuencia exacta de palabras que logren transmitir fielmente la idea por la que, a su vez, han sido creadas.
Escribir es como realizar un puzzle infinito. Prescindir de una sóla palabra implica encajar de nuevo todas las demás y ese ejercicio de paciencia requiere tiempo. Por eso me encanta escribir con calma y dedicarle a cada frase el tiempo necesario, aunque luego termine borrando el fruto del esfuerzo sin miramientos.
Primero hay que pescar la idea o el pececillo escurridizo que navega por dentro de la cabeza y, después, una vez que está bien atado, hay que darle forma a través de las palabras. Paradójicamente, esa es la única forma de alumbrar de nuevo a la vida al pobre pez-idea. Es una pena que haya tan pocas palabras (y cada vez empleamos menos en la vida cotidiana) y que muchas de ellas sean insuficientes para devolverle a la idea su forma original. Estoy escuchando Amelie. Es tarde. Me gusta disfrutar de la soledad y escribir cosas sin sentido. Borrarlas.
Releer desde la primera lectura; perseguir la frase perfecta; encontrar la secuencia exacta de palabras que logren transmitir fielmente la idea por la que, a su vez, han sido creadas.
Escribir es como realizar un puzzle infinito. Prescindir de una sóla palabra implica encajar de nuevo todas las demás y ese ejercicio de paciencia requiere tiempo. Por eso me encanta escribir con calma y dedicarle a cada frase el tiempo necesario, aunque luego termine borrando el fruto del esfuerzo sin miramientos.
Primero hay que pescar la idea o el pececillo escurridizo que navega por dentro de la cabeza y, después, una vez que está bien atado, hay que darle forma a través de las palabras. Paradójicamente, esa es la única forma de alumbrar de nuevo a la vida al pobre pez-idea. Es una pena que haya tan pocas palabras (y cada vez empleamos menos en la vida cotidiana) y que muchas de ellas sean insuficientes para devolverle a la idea su forma original. Estoy escuchando Amelie. Es tarde. Me gusta disfrutar de la soledad y escribir cosas sin sentido. Borrarlas.
1 comentario:
No existe la frase perfecta, solo aproximaciones imperfectamente deliciosas.
No borres las letras, no borres tu impronta
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