09 junio 2010

dolmen

Llegaste como un regalo

una ofrenda del cielo para mitigar mi ceguera.

Empezaste en el vacío anomio

y con la voz, por fin, termina tu legado.


Te escribo porque me pintas

por ser un punto y aparte en las dudas,

en mi cuerpo maduro,

en las llagas que no cesan.


A pesar de todo, sigues pintando.


Te derramas sobre la piel,

derramándote quedas.


Y yo retomo la palabra.


Vuelvo a ser una.


Escuece,


pero qué nos arropa

si no es la soledad.

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