Después de buscar en el depósito de cadáveres de vivencias que tengo en la mente, (así es como imagino que se almacenan los recuerdos, en forma de cementerios de hologramas de vivos), me doy cuenta de que lo mejor y más eficaz es hablar del whisky que John bebe en el porche mientras Mary cocina pollo. Pero con frases más cortas que la anterior. Más o menos así. Oraciones sencillas para un mundo sencillo. Aborto de subordinadas. Todo fácil y práctico. Como describir la destreza de los dedos tecleando sobre el ordenador. Pequeños adjetivos en un mundo hiperadjetivado. Pero no es tan sencillo ser sencillo. Y a medida que pasan las letras sobre la pantalla me doy cuenta de que lo principal es ser fiel a una misma. No importa de qué hables, sólo importa la fidelidad. Y dejar de engañarse sobre quién somos, porqué estamos aquí, porqué tengo olfato y sentidos que me remiten a un mundo que no me quiere. El mundo no es el mejor amante. Lo grande puede contener a lo pequeño pero jamás cuidará las pequeñas particularidades que lo definen. Lo grande se ocupa de lo grande. Y el pequeño tiene que apañárselas solo.
Es el fin de la condolencia. Es el inicio de la pauperización de mi cuerpo. Y ambos extremos son lo mismo.
Comerse un alambre. Deglutir el anzuelo. Redes de piel.
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