25 enero 2007

voces

de repente, como todas las cosas que de verdad te cambian la vida, la luz del final del túnel ahora es demasiado clara y sin embargo, parece que se esté alejando cada vez más...
-

ayer se me rompieron las sandalias cuando estaba volviendo a casa de la playa. La arena estaba ardiendo y por poco me quemo los pies. Qué daño. Aún me quema cuando me acuerdo. En ese momento pensé en que estaría bien que apareciera una mullida alfombra roja sobre la que pasearme elegantemente de camino a casa. Pero al parecer, es cierto que eso sólo ocurre en las películas. Justo al llegar al portal me encontré una bota de montaña tirada al lado del contenedor. Vaya mierda.
-
Siento que he cambiado, de verdad. Hay algo que me dice que ya no soy el mismo, que el que está ahora aquí hablando con vosotros no es el que lo habría hecho hace, no sé... ¿pongamos un par de años? ¿Os estáis dando cuenta de qué significa esto? Hay cosas que de verdad cambian la vida, tíos. Hay cosas por las que uno es capaz de cambiar... Está decidido: voy a dejar el tabaco.
-
Esa mañana me levanté con unas ganas horribles de fumar. No tenía tabaco. El único resto de piti decente que encontré por la casa para llevarme a los labios estaba tirado en el sofá totalmente despedazado por la chinchilla. Las briznas de delicioso tabaco rubio yacían sobre el cubrecamas de una forma tan insultante que tuve que apartar los ojos para no llorar.
-
Creo que he empezado a odiar la música. Siempre fui descoordinada y un tanto arítmica. En las fiestas jamás bailé y me dedicaba a seguir el ritmo cabeceando ligeramente más por causa del alcohol que por necesidad de expresión corporal. La gente me preguntaba qué tal lo estás pasando, te gusta el sitio, muévete un poco, mujer, pero nada. Una vez lo intenté. El chico guapo con la copa azul me miró raro. No se despidió. Aquella noche dormí sola.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno, me gusta. ya sabes que tu prosa siempre me engancha (y saluda a la chinchilla ;) )