atalaya se presenta con el sombrero en la mano. se levanta lentamente de la silla y se sitúa, temblorosa, en el centro del círculo. "me llamo atalaya y soy ludópata". los demás la miran con indiferencia asumida, "otra ludópata suelta por el mundo", y siguen cada uno pensando en sus cosas. ella se retira con su sombrero sobre sus pasos de botas rojas de goma. se vuelve a sentar en la silla. suspira. al fin y al cabo no ha sido para tanto. del bolsillo de la chaqueta saca una pequeña bolsita de plástico y se lleva a la boca una gominola verde. merecido premio. las gominolas nunca fallan: siempre son dulces suceda lo que suceda a su alrededor. una vez, de niña, una compañera del colegio robó un puñado de ellas en el kiosco de la señora rosa y le dió unas pocas. ambas se las llevaron rápidamente a la boca, eliminando de un bocado las pruebas del delito. atalaya sentía que a pesar del dulce en su lengua, eso estaba mal y no pudo evitar la sensación de culpa a medida que se deshacían los rojos, los amarillos y los violetas entre los dientes. aquella noche soñó que una piruleta gigante con la cabeza de la señora rosa le extraía las gominolas del estómago con unas tenazas.
me gustan las torretas...
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de libros y cuadernos, periódicos suplementos. os voy a decir, os voy a
hablar de la torreta de mi cama UN LIBRO La inmensa soledad de Frederic
Pajak, n...
Hace 5 semanas
2 comentarios:
jejeje, esos sentimientos de culpa, que peores son... aunque muchas veces al final vienen bien, permiten reparar los daños que se causan :) curioso que sea algo que les falta a los que mas mal hacen, pocas veces se ve a politicos derribando casas construidas sobre territorios protegidos o devolviendo dinero... :/
y si, me sigue encantando tu prosa :D
sebas! mi primo nocturno! cómo se agradecen tus visitas por estos lares... un beset
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