13 noviembre 2008

retales de sueños


de repente, escuchó desde la cama cómo se quejaba débilmente en la calle, compadeciéndose a sí mismo. Era un murmullo casi imperceptible pero ella se sentía tan culpable que no podía apartarlo de su mente y cuanto más crecía el remordimiento, más alto le parecía el volumen. Se levantó a regañadientes, apartando las gruesas mantas tras de sí y se dirigió al balcón. El nene estaba jugando, afligido, con su pequeño muñeco de trapo, hablando con él a lo largo de la valla del descampado. -Matías, anda, ven- Le miró ella como diciendo, "has ganado". Le dió un beso en la frente y se abrazaron. Fue entonces cuando el niño se tranquilizó, al saber que podía acercarse de nuevo, y sin rencores, a ese pecho joven que tanto amaba...

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