He dejado el esfuerzo a un lado, el negro esfuerzo, porque el esfuerzo siempre es negro. Desde el mismo momento en que los pies descienden de la cama y se aferran al suelo, torna negra baldosa agrietada. Y el peso no soporta su propio peso porque, a veces, las emociones traspasan básculas sin futuro.
Camino redondo al jardín del sol, donde se difumina la lóbrega bruma. Tedio balanceo sobre la tecla sin letra, esa que nunca llego a pisar del todo, la letra prohibida que no engaña a nadie, la que describe con precisión qué hay de piedra en todo este agua. Y ríos de tinta como mechones de pelo. Y ser gata en todos los tejados. Y apuntalar los cimientos con vergas de papel que son barro entre mis piernas. Piernas de mujer medio niña, medio arco de seno rendido.
Dejar el negro esfuerzo a un lado y después, inmersión en la confianza. Soy cebo de pez pasajero. El anzuelo mordaz, la espina que no duele, presa depredadora con piel y escamas. Siempre perseguida. Siempre sin esfuerzo. Esfuerzo negro, esfuerzo inútil.
Dejar el negro esfuerzo a un lado y después, inmersión en la confianza. Soy cebo de pez pasajero. El anzuelo mordaz, la espina que no duele, presa depredadora con piel y escamas. Siempre perseguida. Siempre sin esfuerzo. Esfuerzo negro, esfuerzo inútil.
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