08 mayo 2010

Dejemos que la naturaleza haga su trabajo. Que reúna, asimile, se nutra, nos cuide. Que la primavera avance y el cielo se tiña de sol o luna según su ritmo elástico y sensible. Dejemos que los brotes surjan, que las semillas corran. Me gustan los pigmentos con los que pinto el mundo. Sobrellevar esta cesta de confianza y mimbre en la cintura, regalando agua, quemando viento.
Dejemos que el humo ascienda, que la raíz profundice. Aprender a amar el laberinto es tan necesario como aprender a comprender el laberinto porque a lo mejor lo más importante no es saber dónde se encuentra la salida. Porque a lo mejor la salida no fue sino solamente la puerta que nos impulsó hacia dentro. Entrañas y laberinto.
BluP. Me miro como pez que mira la burbuja que crea que creo que no miro sino lo que quiero ver a ratos, que las lentillas me conceden ojos nuevos o viejos de lentilla anual y la bruma se expande cada vez más nítida cada vez más bruma sobre el azul y las palomas cenicientas que ahora mismo me observan desde la terraza de enfrente la que está decorada con bambú y tiene móviles de conchas de esos que hacen música cuando las palomas cenicientas baten sus alas cerca generando brisa de ciudad del espanto del cemento de los lisiados de la plaza cataluña recordándome lo entera que estoy con mis brazos y piernas que se mueven cuando camino por la plaza cataluña y aquel chico del este que pedía en el metro a la salida de passeig de gracia y con el que fui a charlar y se empeñó en regalarme por mi triste euro un triste muñeco de goma que lo retorcías y ponía caras cara vez más feas y mientras él seguía retorciendo el muñeco aunque yo le repetía que no quería ese muñeco de goma y se encogió de hombros y me dijo que “bueno, vale, yo tiro a la basura” justo antes de que regresara el de seguridad haciéndole huir con su casa-mochila a hombros y dejando el muñeco de goma que lo retorcías y ponía caras feas totalmente huérfano y tirado justo al lado de la taquilla de venta de billetes venta venta venta compra compra compra la ciudad es un lugar caro y un tanto peculiar donde los buenos días también tienen precio y la gente se dedica a andar con una dirección muy clara clarísima porque todos saben exactamente donde se dirigen sus pasos y cuanto tiempo les queda para llegar a su destino justo como los trenes pero al revés porque los trenes tienen el metal por fuera y no esconden lo que son y la gente lo lleva por dentro y se esconde a sí misma de quien es. Patatas y judías con cebolla o cómo comer por un euro.

No hay comentarios: