10 mayo 2010

La muerte del poeta

“Ser uno con el todo. Esa es la vida de los dioses y el cielo de los hombres” (Hiperión o el eremita en Grecia. Friedrich Hölderlin)


Llevo un tiempo practicando la sonrisa interna y ya no quiero hablar más de emociones. De repente, todo el camión de residuos emocionales que he ido acumulando a lo largo del tiempo, aunque sincero, me resulta poco práctico. Y el desligar la mente, el ser simple observadora participante de mi pantalla de televisión interna como si todo mi interior fuese una película, recobra un significado claro y conciso, como cuando de pequeña, al traspasar la franja de 3º de EGB, nos hacían decir adiós definitivamente al lápiz para dar paso al bolígrafo y al principio seguíamos usando el lapicero para después repasar en indeleble tinta el trabajo, y así, copiando 2 veces con seguridad evitábamos copiar 2 veces sin querer. Eso me está pasando ahora a mi con el corazón, que a medida que es más grande y yo más pequeña, más enorme es mi capacidad de empatía, mi amplitud de miras. Escribo con actos diarios en bolígrafo, abandono el lapicero y el doble trabajo que supone recalcar después lo vivido.
Está bien. Está bien así. Llevo un mes casi sin escribir poesía, apenas 5 poemas después de la avalancha de versos que me ahoga desde hace años. Se terminó el idilio, estoy cansada. Y ahora, para más inri, escribo a mano. Llevo un mes asistiendo a un curso de escritura creativa que, según mi joven profesor, está enfocado a la escritura profesional. Eso de profesional me suena a chiste. Yo simplemente quiero aprender porque no sé. Estoy en pañales. Y todo esto para decidir dejar de lado la poesía. Se acabó. Como se terminaron las historias de amor. He crecido y estoy harta de mi infancia de relaciones que me extraen de dentro lo que no me aportan desde fuera. La poesía que escribo tiene algo de egocentrista que me pesa y quiero amputarlo. Estoy cansada de reflejar con mis letras sólo un 25% de lo que vivo y siento. Soy más. Y la escritura también lo es. He comenzado a profundizar en la narrativa. Siempre creí que no valía y que, además, no tenía nada interesante que contar. Siempre me pareció un género mayor para el que aún no estaba preparada. Pero es el fin del dubitativo pesar de la eterna impúber. Soy una mujer. Ya he vivido mucho en un cuerpo y en un corazón. Ya he amado, deseado, odiado y tenido. Llega el abismo del encuentro: el reto de abordar la experiencia en forma de relato escrito.
Siempre deseé ser escritora pero los deseos son sólo papel del aire y yo deseo papel de tierra. Desde hace unas semanas pienso en relato y cada esquina de la ciudad me ofrece un cuento distinto. Escribo a bolígrafo pero ya no calco, no borro, sólo fluyo. Me siento ligera y dúctil, un zafiro desaprovechado por los versos intimistas de la poesía.
No sé, o no he intentado de forma firme, hacer poesía social. Seguro que sería pésima. ¿Qué será de mis críticas al capital sustentadas en forma de cuento? Démonos una oportunidad, abramos las compuertas sobre el cuaderno, como si una simple espiral de metal pudiera ser la llave hacia el infinito, hacia la fusión con el todo fuera de los contornos infantiles e inmaduros del cuerpo inmaduro e infantil. Hoy sueño porque soy y puedo dormir tranquila. Agradezco hasta el último aliento que el universo me brinda. Gracias por estar sola sobre mi manta de colores, con mi boli de maíz, con mi sonrisa de dentro que tan bien atina lo desconocido cuando confía en sí misma.
Confía, todo irá bien. Qué bien...
El aprendizaje no llega cuando lees o escuchas una idea nueva que te cautiva. El aprendizaje ni siquiera llega cuando deseas que esa nueva sensación pase a formar parte de tu mente y corazón. Llega cuando estás preparado y esa preparación es cuestión de tiempo. Del tuyo y el mio. TIC TAC.
Abre bien los ojos a las señales.

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