colibrí sin prisa, mermelada en los
volcanes,
un torrente de cuellos, ninfa sedal,
tiritar de capilares hacia toboganes
dulces.
Entre tus brazos,
mar tenue gargantúa
latiendo en el pespunte traqueal,
respiración de marisma,
voleo de compás
al empaparme entera
estas sábanas
con rumor de lejanía.
Todos los sueños vienen a anidar
en ese espacio celeste que se forma
entre tu clavícula,
el pecho y, de ahí, a la yema de los
dedos blandos:
albergue de dones,
la cuna cantora
de una nana
de horizontes
de laúd.
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