Que la camarera te invite al botellín de cerveza cuando sólo te quedan 4 pavos en el monedero, no tiene precio. Sobre todo cuando además esa invitación casualmente angelical no sólo consigue retrasar la inminente bancarrota, sino revivir la filantropía que había ido perdiendo a lo largo de estas largas horas que han compuesto mi día.
A veces es que no creo para nada en la especie humana y hoy he tenido unas cuantas dudas acerca de la bondad del homo sapiens - ¿sapiens? Afortunadamente, esos momentos son pocos y pasajeros porque después de cruzarte con un capullo con mayúsculas por la calle, vienen actos como el de esta noche para demostrar que la estupidez sin medida coexiste, a pesar de todo, con el buen rollo sin más. Actos como este pequeño detalle en el que una desconocida ha sido amable simplemente porque sí, porque no le cuesta y sabe que además me está haciendo un favor. A mi y a los otros 4 gañanes que hemos terminado de fiesta sin un duro…
Más tarde en Gran Vía, mientras desenrollaba el interminable y complicado cable de los auriculares al cruzar el semáforo, se ha chocado conmigo una chica que iba cantando bastante alto y totalmente distraída. “Vaya, qué gusto oír cantar así a la gente por la calle”, le digo. “Tú también llevas tu música, ¿no?”, me contesta señalando el nudo. Nos hemos despedido con una sonrisa al llegar al otro lado de la acera. Qué conversación tan corta y tan bonita. Me ha encantado.
La verdad es que hoy he tenido algún pensamiento pesimista de más pero me gusta sentir, al hacer el balance nocturno, que estos breves instantes no sólo ocupan un espacio mayor en mi recuerdo, sino que refuerzan mi creencia en este proyecto a veces firme, a veces tembloroso, que continúo esbozando a pesar de muchos contras.
A veces es que no creo para nada en la especie humana y hoy he tenido unas cuantas dudas acerca de la bondad del homo sapiens - ¿sapiens? Afortunadamente, esos momentos son pocos y pasajeros porque después de cruzarte con un capullo con mayúsculas por la calle, vienen actos como el de esta noche para demostrar que la estupidez sin medida coexiste, a pesar de todo, con el buen rollo sin más. Actos como este pequeño detalle en el que una desconocida ha sido amable simplemente porque sí, porque no le cuesta y sabe que además me está haciendo un favor. A mi y a los otros 4 gañanes que hemos terminado de fiesta sin un duro…
Más tarde en Gran Vía, mientras desenrollaba el interminable y complicado cable de los auriculares al cruzar el semáforo, se ha chocado conmigo una chica que iba cantando bastante alto y totalmente distraída. “Vaya, qué gusto oír cantar así a la gente por la calle”, le digo. “Tú también llevas tu música, ¿no?”, me contesta señalando el nudo. Nos hemos despedido con una sonrisa al llegar al otro lado de la acera. Qué conversación tan corta y tan bonita. Me ha encantado.
La verdad es que hoy he tenido algún pensamiento pesimista de más pero me gusta sentir, al hacer el balance nocturno, que estos breves instantes no sólo ocupan un espacio mayor en mi recuerdo, sino que refuerzan mi creencia en este proyecto a veces firme, a veces tembloroso, que continúo esbozando a pesar de muchos contras.
2 comentarios:
Mejor corta que inexistente. Acabo de cruzarme contigo en el pasillo y no he podido parar ni para pasar la mano sobre tu hombro. Es odioso que haya momentos en los que uno no puede parar a dar un abrazo a la gente. Deberíamos instaurar los abrazos como parte del protocolo oficial e ineludible de nuestra sociedad.
Yo ayer pase una tarde muy rica en cuanto a poder compartir con la gente conversación, es una de las mejores cosas de la bici-critica. Pero eso merece una entrada en mi blog.
http://www.susurrando.com/drupal
jeje ya ves. De hecho currando hoy en Gran Vía me he encontrado con dos chavalas que iban regalando abrazos! jaja me ha hecho una ilusión... y no veas qué pedazo de abrazo que nos hemos dado las tres ahí en mogollón :)
ayer os vimos desde el bar de vallehermoso con la bici crítica, por cierto jeje a ver si me animo a la próxima!
besicos
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