Me quedé el tiempo suficiente en la orilla como
para ver cómo se perfilaban los sedimentos del río.
Adquirían formas semihumanas, los rostros de piedra paciente sabiéndose
meandro o borde prescindible.
Me quede mirando tanto tiempo el devenir del
río que yo misma terminé por decantar.
Yo misma, tanto las ilusiones como las heridas.
Todo se dirigía magnéticamente a un grano
amigo, a un alga vecina, a un desovar inevitable o viscosidad amante.
Mezcla inocente el no saber reconocer qué sirve
y qué no sirve para encajar en la corriente.
Me fundí.
Agua, cristal, elemento.
Dónde encontrar la fuerza entre tanta salsa
natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario