06 marzo 2014

Un dolor

Al principio solo fue un temblor
Breve estremecimiento de roca
o una brisa erizando la piel -terriblemente sensible- del acantilado.

Cayeron tormentas
Las olas rompieron durante lunas toda su tristeza y su espuma
contra ese muro impenetrable de recias cavidades,
grutas marinas y líquenes trepando en una existencia
de precario equilibrio y pelos en la boca.

Poco a poco el temblor dejó paso a lo convulso en todas sus formas.
El estremecimiento del berrido no nato,
el predecible porvenir del derrumbe
y la avalancha de piedras suicidas o sensatas.

Y como todo lo que existe en la tierra
-y en la tierra sufre y deambula-
estando sujeto a la ley de la gravedad
terminó por desprenderse.

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