25 marzo 2014

A vista de pájaro

Al elevarse sobre la polvareda
se puede discernir mejor el contorno de la batalla.
Sus porqués entre lamidos,
el estertor y el parto inicuo de lo que ahora estalla
al chocar entre sí esos los de realidad
contra la idea contaminada del deseo.
El deseo singular y el sacrificio,
se encarnan más allá del cuerpo.

Al elevarse sobre la polvareda
y observar el resto como ayer a mi misma,
—como si el respirar de la vida fuese
un ejercicio de zoología sin sentido—
se cobra conciencia de la individualidad del cuerpo.

No hay unión bajo ninguna piel,
ni los abrazos contagian.
No quedan esos túneles blancos con cartel de salida
o esperanza alguna en el lenguaje de los niños.

Desde dentro de la polvareda,
en el confuso patinar del suceso diario
la vida no es más
que café revuelto.

1 comentario:

Axel M. López dijo...
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