Este oleaje me llevará al naufragio. Cuatro tablas o quizá un beso serán mi salvación. Y ahí, en mitad de un océano creado medio por mi, medio por las dudas de los otros, empezará la expiación. Llegará el resplandor -quién sabe si de un horizonte acuoso o de uno de pan hecho de manos- y lo brillante será más mío, así como los tobillos solo pueden fortalecerse vagando por la arena. Esta tempestad será mi amiga. Tomaremos un mate juntas replegadas sobre miradas amantes. Que lo peor que le puede pasar a una gota es ser confundida por lágrima: ser malentendida. Cesará la cuerda. Llegará la calma chicha. La sopa boba dejará que me deslice unos años sobre ella mientras cavila una nueva rebelión. Nada es plano en un mundo tridimensional, ni las costas, a lo lejos, son lechos cálidos sino rocas de mármol donde reflejarse y perderse y ser isla.
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