09 junio 2010

desde la tristeza

Soy la mujer del fuego en el corazón
y tierra en las piernas.

De mi cabeza salen llamas,
raíces de los pies al suelo.

Arraigué en tu muslo
pero no en tu pecho.

Allí soy simple humo,
sólo humo y ceniza-vértigo.

Llegué envuelta en calor
y ahora me voy despacio, sin prisa,
como la materia orgánica,
desde lo lento.

No te haré daño,
No me harás un favor
por amarme.

Eso ya lo hacen otros.

dolmen

Llegaste como un regalo

una ofrenda del cielo para mitigar mi ceguera.

Empezaste en el vacío anomio

y con la voz, por fin, termina tu legado.


Te escribo porque me pintas

por ser un punto y aparte en las dudas,

en mi cuerpo maduro,

en las llagas que no cesan.


A pesar de todo, sigues pintando.


Te derramas sobre la piel,

derramándote quedas.


Y yo retomo la palabra.


Vuelvo a ser una.


Escuece,


pero qué nos arropa

si no es la soledad.