30 julio 2007

déjame explicarlo


Agua es lo que siento
Agua calmada en copa
Ola paralela en faz quebrada

Agua que miente,
Agua mórbida



Y sumerjo los dedos en la superficie líquida
Y causo marea forzada, tormenta rendida viviendo despacio

Por ti siento agua,
Que eres pez dorado buceándome el fondo
Que lames de burbuja mi cadera, velándome sin prisa
Tú, pez callado con tres deseos mudos, yo, garganta tímida

Castillo de arena y nubes
Pasillos, pasillos de cuento por los que te busco gota a gota
Porque allí donde tú respiras, empieza a llover mi cuerpo





("Imágenes binoculares", Víctor Mira)

26 julio 2007

ausencias

No

las palabras no hacen el amor

hacen la ausencia

si digo agua, ¿beberé?

Si digo pan, ¿comeré?


(ALEJANDRA PIZARNIK)

el nido

Se despertó aturdido en mitad de un montón de ramas que crujían bajo su cuerpo. Miró hacia arriba, cubriéndose los ojos para evitar ser cegado por el sol y vio el cielo moteado por alguna nube solitaria. Ni rastro de vida humana. Solamente él, ramas entrelazadas y cielo. Trató de ponerse de pie y asomarse al borde para ver dónde estaba. Miró hacia abajo. Calculó con terror que una altura de unos 50 metros le separaba del suelo. Le entró el pánico. ¿Dónde estaba? Retrocedió gateando hacia el centro de las ramas, sólidamente tejidas entre sí. De repente se dio cuenta que mezcladas con ellas había plumas negras. Pero eran plumas de un tamaño descomunal, de casi un metro. Tardó en comprender que se encontraba en una especie de nido gigante, quién sabe de qué enorme animal, construido en la cima de un aterrador monolito. Debía seguir soñando o estar implicado, sin saberlo, en una broma de mal gusto. ¿Qué hacía él allí arriba tirado en un nido enorme sin posibilidad de bajar? ¿Quién le había subido allí?
Estaba mareado. El nido debía medir unos 5 metros de diámetro. Encontró un hueso sobresaliendo entre las ramas. Estiró de él y lo sacó con facilidad. Aún quedaban pedazos de carne putrefacta adheridos. Vomitó. Lo único que se le pasaba por la cabeza era escapar de ahí rápidamente y como fuera. Empezó a salir del nido que ocupaba prácticamente toda la pequeña cima de la montaña. Casi no encontró tierra donde posar los pies, pero se las apañó, agarrándose a las ramas, para indagar si había alguna posibilidad de descender por la roca. La cosa estaba complicada. Se iba a matar. Seguro que se mataba si lo intentaba, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Si se quedaba sentado en medio del nido, lo más probable es que, tarde o temprano, llegase el bicho de plumas negras y no quería ni pensar qué iba a ser de sus huesos entonces. Había que largarse de ahí.
La montaña era muy escarpada y no tenía ni idea de cómo descender por ella. Le costó mucho dar el primer paso. No quería ni mirar hacia abajo pero comenzó a desprenderse lentamente. Las manos tardaron poco en empezar a sangrar. Se agarraba a las rocas con una fuerza desesperada, la que sólo se tiene en momentos de estrés, casi irreales. Incomprensiblemente, al cabo de unos metros, que le parecieron el camino de media vida, aún seguía vivo y descendiendo. De hecho, cada vez le daba la sensación de que descendía más rápido, y más y más… Pero nunca llegaba al suelo.
No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba desprendiéndose por la piedra, sólo que el nido había desaparecido de su vista y que el cielo, antes cercano y brillante, se apagaba cubierto por un manto de colores opacos. ¿Se estaba haciendo de noche? ¿Cómo no podía haber llegado al suelo todavía? Siguió bajando y su cuerpo se volvía cada vez más y más negro. Más y más frío. Debía llevar horas descendiendo, muy lejos ya de la cima de la montaña y del horrible pájaro negro que sólo había visto con la imaginación. Pero no encontraba el límite donde desabrazar la piedra y comenzar a caminar en línea recta. ¿Qué podía hacer? No veía el suelo, pero tampoco el cielo. Se encontraba en una especie de limbo, rodeado de espacio, sólo espacio. No había nada. Sólo él y la roca.
Como le daba miedo soltarse y caer al vacío, decidió comenzar a subir de nuevo. A lo mejor había pasado de largo de la tierra firme, así que lo más sensato era desandar el camino y regresar a un punto suficientemente alto como para ver dónde se encontraba. ¿Quizá en el infierno? Comenzó a subir. Al contrario de lo que en un primer momento se había imaginado, ascender no le costó ningún esfuerzo. Subía con rapidez y con seguridad. Aquello debía tener truco. No era posible. Siempre había sido malísimo para el deporte y ahora, después de unas horas de práctica, se encontraba trepando riscos escarpados en una angosta montaña. Estaba tan, tan cansado, que no quería ni racionalizar ese extraño incidente que le mantenía pegado a la roca como si de un animal se tratara. A medida que subía, el manto del cielo iba difuminándose y volvió a aparecer el cielo azul brillante. Tenía que estar cerca, cerquísima.
Fue subiendo con cautela, procurando no sobrepasar el límite, el momento en que saltaría de esa piedra, se iría a su casa y no volvería a salir al campo en una buena temporada. Pero el suelo no aparecía por ningún lado y, sin quererlo, comenzó a ver el enorme nido encima de su cabeza. Creyó enloquecer. Estaba harto, eso no tenía ningún sentido. Empezó a descender otra vez pero ahora descendía como el rayo. Tras un buen rato deshaciendo el camino rehecho, la luz volvió a desaparecer. Encontró una pequeña fisura en la roca de la que manaba agua. Pegó la lengua a ella. Bebió. Cazó una pequeña salamandra. Se la comió. Estaba sudando, pasó la mano por su cara mojada por el esfuerzo. De repente, no se reconoció. Por un momento, no sabía qué estaba haciendo allí en medio de toda esa oscuridad, abrazado a la piedra húmeda y resbaladiza. Sólo quería luz pero no sabía dónde hallarla. Empezó a escalar instintivamente hacia arriba. Ya no sabía quién era. Quizá en algún momento de su vida fue humano, pero cualquiera que le hubiese visto ascender ágilmente por la roca, habría asegurado ver en él a un enorme lagarto hambriento. Subió, subió. Ya no le importaba desprenderse de la montaña, no le importaba el suelo porque ya no recordaba qué era tierra firme. Sólo sentía la seguridad de sus garras arañando la pared. Al cabo de un buen rato comenzó a sentir el sol, cada vez más intenso a medida que ascendía. Tenía hambre. Mucha hambre. De repente, vio el nido en lo alto y enloqueció, pero esta vez, de alegría. Sólo pensó una cosa: comida. A llegar arriba se agarró a las ramas y saltó dentro del nido. Se quedó quieto olisqueando, descansando. Olía a rica cena, ese posible pájaro gigante. Sólo había que esperar a que apareciera de un momento a otro y tener el banquete de la semana.

25 julio 2007

aprendiéndonos

Verse a uno mismo
Ver a los demás
Verse a uno mismo a través de los demás
Ver cómo se ven los demás a través de nosotros mismos

Hay muchas formas de conocerse pero están atadas a tantos puntos de vista...
Ultimamente pienso mucho en la simbología, en qué implica exactamente un símbolo en nuestra vida y hasta qué punto estamos ligados a lo abstracto para comprender el mundo que nos rodea. Lo increible es que, dentro de toda la simbología cultural compartida, hay una serie de subgrupos simbólicos que no se agotan sino hasta llegar al individuo. Nuestra forma de ver el mundo y, sobre todo, de valorarlo es simbólica.
Nos valoramos a nosotros mismos por los iconos que deseamos representar y valoramos a los demás en la misma medida, una imagen que personifica, de un simple trazo, todo aquello en lo que creemos, nuestro sistema de valores, qué es bueno, qué es malo y qué nos conviene. Somos todos unos aprovechados. Pero hay que serlo para sobrevivir. La dosis de egoismo, que no egocentrismo, es un ingrediente indispensable para empezar a cocinar una decisión.
Es una sensación muy bonita encontrar a alguien con quien se encaja. Es peligrosa, porque no deja de ser todo un juego de superposición de símbolos y ver cuánto se parecen. Pero mola encontrar a una persona que ejemplifica lo que estás buscando, aunque luego resulte ser un falso símbolo...

23 julio 2007

más golondrinas

Para hacer entender a sus alumnos el concepto de eternidad, un padre jesuita solía decirles lo siguiente: "Imaginad que la Tierra es de bronce y que una golondrina, cada mil años, la roza con un ala. Cuando toda la Tierra se haya desgastado de este modo, sólo entonces empezará la eternidad..."

Leyendo un libro sobre mitología descubrí algo curioso acerca de las golondrinas y, ya que estoy con el tema, me he puesto a indagar en el todopoderoso google y da la casualidad de que la golondrina es un animal que tiene relación con infinidad de mitos, cuentos populares y leyendas (los 3 son relatos ficticios, pero hay diferencias entre sí, aunque eso es otro post…)

-En el mito celta de Tristán e Isolda, cuando Tristán parte a buscar a su futura mujer, sólo posee un cabello rubio de Isolda que dejó caer una golondrina.

-Dentro del mito del Diluvio Universal, que despertó varios relatos míticos en diferentes culturas, la golondrina, junto con la paloma y el cuervo, ejerce un importante papel, puesto que Noé en el relato bíblico que data del siglo VI a.c, echó a volar estos 3 pájaros para descubrir si había tierra cercana a las insondables aguas donde el arca se encontraba inmersa.
En el poema de Gilgamesh, (siglo III a.c) también se menciona el diluvio Universal. Al igual que se describe en la historia de Noé, Utnapishtim libera una golondrina, un cuervo y una paloma para descubrir tierra firme.
En la mitología griega se recoge que Zeus decidió una vez acabar con los hombres mediante un diluvio. También aquí encontramos un ‘Noé’, en este caso llamado Deucalión, a quien su padre, el titán Prometeo, advirtió de la inminencia de la catástrofe. Para salvar su vida, Deucalión construyó un arca, la cual llenó de provisiones, y se hizo acompañar por su esposa Pirra. Fueron los únicos supervivientes.


-El mito del huevo cósmico como inicio del universo es una forma de explicación del génesis presente en varias culturas. Dentro de esta forma de creación, la golondrina aparece en varios países del sudeste asiático. Por ejemplo, en China este pájaro se encuentra en el mito de Jiandi, madre de Xie, el antepasado de Shang, la primera dinastía china. El nacimiento de la vida según la cultua china, está conformado en torno a la sempiterna dicotomía que comprende el mundo en base a “oposiciones binarias”. Un día Jiandi fue a bañarse con sus sirvientes en el río de la colina oscura. Un pájaro negro, probablemente una golondrina, pasó llevando un huevo multicolor en su pico. Lo dejó caer. Jiandi lo tomó y lo puso en su boca, pero lo tragó por descuido. Tras esto, concibió a Xie. En este relato, se trata de una forma particular de la unión de los dos principios cósmicos, puesto que este mito hace intervenir por una parte al agua y a la oscuridad, y por otra parte un pájaro. (El segundo principio hace referencia a la serpiente, pero el tema de los ofidios en la mitología también es otra historia...)


-Por otra parte he encontrado que, según la mitología irlandesa, si atas una flor a la pata de una golondrina, significa que se solicita la presencia del gnomo que la recibe. Si la flor es amarilla, el gnomo deberá montarse al instante en la golondrina y dejar que ella lo lleve hasta su destino.

-Según la mitología egipcia, Isis se convertía en golondrina mientras velaba el oculto cadáver de Osiris que descansaba en un aromático árbol en el palacio del rey de Siria.

- Una de las leyendas guaraníes que cuenta el origen de Añá (el demonio) dice que "una vez que Tupâ (Dios) hubo creado divinidades, genios, gigantes, monstruos y variedad de animales, puso a prueba a uno de sus actores: Aña, genio del mal. Hallándose Tupâ a orillas del Para (mar), bajo la forma de su criatura mas perfecta, el hombre, entretenido en hacer figuras de ñai'û (arcilla negra), que iba colocando en fila. De pronto surgió Aña con intención de destruirlas, pero antes de poder cumplir sus maléficos fines, Tupâ que aparentaba ser un simple mortal, dio unos palmoteos y en ese instante todas aquellas figuras inanimadas cobraron vida y antes de que Aña las alcanzara, empezaron a volar. Tupâ había creado al mbyju'i (golondrina).

-Por último, entre esta selección golondrinesca, no voy a olvidarme del Príncipe Feliz de Wilde y de cómo la golondrina le ayudó a desprenderse de las joyas que le engalanaban y dárselas a los más necesitados, convirtiéndole en un príncipe de verdad. :)

22 julio 2007

la golondrina

ayer, volviendo a casa del trabajo, vi a una golondrina enganchada en una verja. Pensé que quizá estaba herida así que bajé de la bici y la cogí. Era pequeñita y parecía estar bien a simple vista pero no sabía volar. La dejé en un césped vallado enfrente de donde la había encontrado porque la carretera está cerca y tenía miedo de que la pudieran atropellar. No sabía qué hacer y sólo se me ocurrió darle algo de beber. Así que subí a casa y cogí agua y pan. Cuando volví al césped, la pobre estaba quieta cerca de la valla. Le dejé al lado el pan y lo mojé con agua por si acaso quería comer algo. De repente vi pasar al lado un gato. Pensé que lo más probable es que terminara siendo la cena del próximo que pasara por ahí. Me daba pena dejarla sola. Eran las 9 y media de la noche y estaba apunto de anochecer. El césped donde puse a la golondrina es el de un centro de salud que hay detrás de mi casa y justo en ese momento salían de él dos hombres y una mujer. Probé suerte y les conté lo que pasaba esperando que me pudieran dar algo de información. Sé que es un pájaro y que a la mayoría de la gente no le va a importar lo que le pase pero a lo mejor podían remitirme a algún sitio de protección de animales donde llevar a la golondrina o hacer algo útil, cosa que a mi, desde luego, no se me ocurría. Mientras les abordaba, por un momento pensé que lo que iban a hacer era negar con la cabeza y seguir su camino. Sin embargo, uno de los hombres, un señor de unos 55 años, miró hacia donde estaba el pajarico y exclamó: "¡eso una golondrina!. No se va a comer ese pan porque comen insectos". Mientras decía esto y para mi sorpresa, se acercó al pájaro, la cogió y volvió con ella temblando entre las manos. Me dijo que probablemente se había caído del nido porque era pequeña, que estaba punto de volar pero que sola no sabía cómo y que, de haber estado en el campo, sólo tendríamos que lanzarla hacia arriba para que pudiera aprender. Pero como no estabamos en el campo, lo mejor era dejarla en un punto alto y esperar a que sus padres la fueran a buscar al día siguiente. Me sentí aliviada y me alegré de haber preguntado. Le dije que me sentía afortunada por topar con alguien que entendía del tema y sonrió y me contestó, "hombre, ¡es que soy ornitólogo!". Flipé de la casualidad. Además de no haber conocido nunca a un ornitólogo va y me encuentro uno justo cuando lo necesito. Ya empezaba a anochecer. Dejamos a la golondrina en lo alto de un seto y me dijo que lo único que quedaba era esperar al día siguiente. "Ahora es la hora de los murciélagos, no de las golondrinas", se reía. Y se alejaron los tres.
A las 7 de la mañana, volviendo a casa y ya con luz, me acerqué al seto. La golondrina ya no estaba. Esperemos que haya aprendido a volar.

16 julio 2007

en construcción

Paladeo y linóleo, brilla lenta superficie
Paladeo sin prisa, gira lima en radios huecas
Porque soy crisálida auspiciando vientos
Porque piedra a piedra de cartón quebrado
Construyo mi casa,
Tu casa,
La nuestra

Donde las puertas sean palabras
y las ventanas, vías de escape
puntos de mira,
de calma,
de tiempo
espacio creando o brisa intacta

con el mismo hierro, paladeo
con el mismo polvo, testamento libre

Labro en tu mente este arado
fértil te beso,
.........................................................

12 julio 2007

3) El ansia

Vamos a jugar a los dados para a ver quién corta el pastel. Y luego nos chuparemos los dedos. Tú los míos, yo los tuyos. Todo para decidir quién se lleva la mejor parte, aunque los dos sabemos que eso no es lo importante. Porque lo verdaderamente divertido no es obtener el pedazo más grande y más dulce, sino tirar de esta cuerda que nos une, ponernos a prueba. Ver quién puede más, quién es más listo o más tenaz. Quién llora antes.
Vamos a echarnos a suertes el rumbo ofidio de los labios, la actuación estelar, el primer premio de pies descalzos. Vamos a dejarlo todo en manos del azar. El único modo de tornar diáfanas las elecciones que nos han empujado a vivir en un calendario que todavía no existe. Tú, yo y las eses de la cascada. Tú, yo y las seis caras del estío.

11 julio 2007

2) La comodidad

He dejado el esfuerzo a un lado, el negro esfuerzo, porque el esfuerzo siempre es negro. Desde el mismo momento en que los pies descienden de la cama y se aferran al suelo, torna negra baldosa agrietada. Y el peso no soporta su propio peso porque, a veces, las emociones traspasan básculas sin futuro.
Camino redondo al jardín del sol, donde se difumina la lóbrega bruma. Tedio balanceo sobre la tecla sin letra, esa que nunca llego a pisar del todo, la letra prohibida que no engaña a nadie, la que describe con precisión qué hay de piedra en todo este agua. Y ríos de tinta como mechones de pelo. Y ser gata en todos los tejados. Y apuntalar los cimientos con vergas de papel que son barro entre mis piernas. Piernas de mujer medio niña, medio arco de seno rendido.
Dejar el negro esfuerzo a un lado y después, inmersión en la confianza. Soy cebo de pez pasajero. El anzuelo mordaz, la espina que no duele, presa depredadora con piel y escamas. Siempre perseguida. Siempre sin esfuerzo. Esfuerzo negro, esfuerzo inútil.

10 julio 2007

1) El reposo

Me he desangrado en decisiones, en señales de tráfico que no enseñan
Pero sigo teniendo corazón. Corazón rojo o quien me quiera.
Escondida y tanta sangre, ansía el reposo recodos libres,
Surcos arando vaginas, temblor sobre las hojas.
Me he quedado vacía después del intermitente, del tic tac indefinido
Pero sigo teniendo corazón.
La indiferencia fría y mi cansancio,
descubro que la perfección sólo existe en el instante.
Por eso vasija que duda en las manos, mitad libro abierto, mitad mentira.
Núcleo de sangre que adora, herida abierta siempre amando.
Por eso hasta el fin de túnel, sigo teniendo corazón.

09 julio 2007

Cumple años feliz


Al Magnus

03 julio 2007

verte verano

Desde que te conozco soy malvada. Desde que te conozco a través de la piel, ese reducto de poder que nos envuelve, la explosiva autoridad interna que exige abrazos, desde ese momento, me he vuelto cuervo sin ojos, estómago eterno. Y sólo pido besos y sólo bebo “tú”.
Desde que te conozco estoy más cerca del manto real del sueño y es real el dolor que infrinjo, porque es el mismo que ha causado tu ausencia. El dolor que sabe del no-retorno, el que conoce lo que significa “pérdida”, al que recurro en silencio tratando de anudar días como flechas.
Ahora y la exigencia demostrada, que sonríe lánguida ante la perfección que me rodea.
Ahora y el sudor lento de verano, los ojos del deseo,
goteo de estrellas en la cama.