01 diciembre 2014

No pondrás nombre al fuego

No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Todas las llamas son el mismo fuego.
Mi cuerpo es una antorcha que alumbra los espantos
que la razón constituye en sus tinieblas.
Hay que mirar al cuerpo, muy adentro,
tocar el centro ardiente, abrirlo y propagar
el gozo de la lava.
No importa en qué caderas,
en qué pecho resbale,
no importa la estatura, el sexo o la materia
pues todos caminamos sobre la misma pira.
No medirás la llama con palabras que encubren
los viejos sentimientos de los hombres.


Chantal Maillard Conjuros, Huerga y Fierro Editores (2001)

06 junio 2014

Achtung!



Voceando
al vocero
con falda,
uñas pintadas,
gritos a los gritos,
ser de sin ser
voceando
y busco esa llamada en mi
que me llamaba yo desde que fui todas
la masa informe
esa forma de ser
como niña regadera
como harapo sin tapujo
como dedo corazón
apuntándote de frente,
¡zas!
En toda tu boca.
Mírame a los ojos.
Esto que ves
es todo lo que cuenta.
Uno, dos, cuéntamelo todo.
Que dónde germinaste,
que tinta y decorado,
que tu piel suma tres pieles
pero ninguna calienta,
ninguna resguarda,
ninguna es piel real de cuerpo real de humano vivo.
Queda lo muerto,
queda el pedazo amputado,
el clítoris semanal:
una canción de cuna aullada
por lo que extirparon del placer
y por arrancar seguridades.
No quedará nada para amar
después de este torrente
de cuerpos desechados.
No quedará nada.
Y si vienes a socorrerme
a este muelle innumerado
a esta “x” lugar exacto en el que reitero mi lugar
de banco arenal,
de farola en Mercurio,
de no invitada a la fiesta de lo alegre,
desplázame,
que no quiero quedarme quieta.
Recuerda mi naturaleza de río
cada vez que me engañe lo estanco
alga apelmazada
de un pantano emocional.
Hazle un favor a esta mortal vivaz
que aguarea y colorida
oscuro abisal con témpera.

Hexagrama 62


Vuela bajo, pajarito
que la montaña no aflija tu espíritu de hierba
que siga el verde señalando
el fúor verde del camino,
que siga el devenir articular,
la rótula sobre paredes
nada oblicuo y todo lo voluble
en la cadera del quebrar.
La línea mutante 3 me aconseja cuidar la espalda
y yo la cuido.
Acupuntura y descosidos
afirmando un desgarro corazón
Los sietes decorando la piel como arrugas
son dones
que ni el demonio ni ardores
podrán borrar de esta cara altiva.
Volando bajo vamos
hacia cumbres menos altas.
Sin esperar nada a cambio,
ni los buenos días,
ni el pésame ceniciento.
“Nada que alegar”, diremos entonces,
cuando nos dediquen un libro,
cuando reptemos bajo el antifaz de un eco herrumbre
¿quiénes somos, férreos y ácido?
Nada más que volar bajo,
a la altura de la sombra
la fuente alimento
proyectando nuestra pasión:
esta tan oscura que grita aislada.

28 mayo 2014

Labiografía

Para llevarte conmigo memorizo el contorno de la boca, los giróvagos del pómulo, ese trayecto dulce naciendo del abismo que resbala por la frente hacia la alberca lagrimal. Tus ojos son puertas a lo líquido del sueño.
Podría columpiarme en tus rasgos y desde ahí ver amanecer una lluvia de pinceles que nos baile de cerca mientras aprendo su impulso de fibras lamiendo acuosas el perfil del rostro, dibujando tras su vaivén el iris exacto, el ombligo centrífugo, la torsión del hombro sobre mis besos. Todo tu cuerpo un cuadro y mi mano, juguete de niña borrando letras en la arena de tu abdomen.

La manada tras el muro

De repente, un día, la líneal de lo “normal” terminó por desplazarse.
Lo que antes parecía seguro, lógico, convergencia natural
se quitó la máscara impositiva,
se abrieron preguntas al mundo
y aparecieron las ganas de encontrar respuestas propias.
Y para encontrar esas respuestas había que arriesgar,
y para arriesgar hay que poner en juego la vida
más allá de lo “que se supone”.
Porque el camino real comienza justo en el límite
en el que se abandonan los supuestos
y se abraza el desequilibrio de uno mismo con el mundo.
Estamos atravesadas por mares permeables de autoridad, de violencia y sometimiento. Incluso al bucear en el fondo del océano buscando la libertad como un tesoro escondido bajo alguna galera atávica, se siente la presión de la injusticia secular en el pecho.
Siglos esclavos que intentamos romper en instantes de realidad a dentelladas.
No queremos solo un TAZ breve y singular.
Queremos construir una casa y que la rabia colectiva o la alegría generalizada nos encuentre con una herramienta en la mano con la que apuntalar los cimientos de algo más grande y duradero.
Queremos romper con la individualidad del “casa-coche-hijos” y crear familias nuevas, vínculos diarios, una red de apoyo cálida que se reconstruya y se repiense constantemente. No hay que dar nada por sentado excepto la confianza en lo mucho que nos queda por dar. Así que nos lo damos.
Porque la revolución de dentro se hace con los de afuera. Porque para ser libres en esta cárcel de individualidades, el camino es la manada.
Aullemos a la sonrisa irónica desde la carcajada limpia. El eco de su cristal seguirá escupiendo semillas rebeldes mucho después de que todo esto se haya esfumado.
Y si nos vamos de aquí, si la casa se resquebraja, se convierte en polvo, se desploma sobre sí misma, cuántas otras casas no nos quedan por habitar, por parir, por decorar con detalles de convicción, con almohadas de pasiones. La vida es todos los días. Quien nos dice que son planes de pensiones, hipotecas y cuentas bancarias no tiene vida, solo un número de prisionero amando su prisión.
Porque lo inseguro nos rodea. Es absurdo no aceptarlo creyendo que tener un título de propiedad inmobiliaria puede salvarnos de este puente de tablas podridas sobre el abismo que es tener un corazón frágil que late hoy y quizá también siga latiendo mañana.
La única seguridad que nos impulsa es la respiración de ahora, la mano que acompaña, la coherencia del menor impacto con la mayor repercusión, el bienestar colectivo, la justicia construida, un almuerzo para compartir con aquellas a quienes amamos.
Desde el esfuerzo, desde la duda, desde la tolerancia, construyamos nuestra casa repleta de bártulos que interpelen, de ruptura normal, de reproches a la Historia. Construyamos nuestra casa y que entren para habitarla todos los seres que avivan el fuego.
Que la línea de lo “normal” se desplace en nuestra hoguera.
Que ardan los fantasmas y nos volvamos más cuerpo entre estas paredes que nos enseñan y nos aman.

Manecillas

La mezcla de rectitud y tortuoso
me tiñe y mármol de crema
este camino atemporal.
 
Hay un salto de cascada,
un abismo
y nueces.
 
Despertando entre brazos los días y la espuma de los días.
Y despertando
el pestañeo ávido,
el diluirse eterno,
la constancia de la sangre que circula.
 
Existen los domingos,
existieron en el lunes
en un calendario de fresas
sin patrones ni reloj.
 
Fecundo el desarrollo en el ahora
como camaleón y lengua
y las ventosas del apetito
consagran mi llamada mientras vibra un “hola”
en el vacío
-tempestad de saludo originario-
hacia el frío que no llega:
dirección y recorrido.

Dormir contigo

Entre tus brazos sentirse caracola tibia,
colibrí sin prisa, mermelada en los volcanes,
un torrente de cuellos, ninfa sedal,
tiritar de capilares hacia toboganes dulces.

Entre tus brazos,
mar tenue gargantúa
latiendo en el pespunte traqueal,
respiración de marisma,
voleo de compás
al empaparme entera
estas sábanas
con rumor de lejanía.
 
Todos los sueños vienen a anidar
en ese espacio celeste que se forma entre tu clavícula,
el pecho y, de ahí, a la yema de los dedos blandos:
albergue de dones,
la cuna cantora
de una nana
de horizontes
de laúd.

Quemadoras

Todo el fuego en nuestras manos:
guerra de estrías
o las brechas de lo vivo que se escurre decidiendo.
Todo el flogisto se quema sin pausa en la caldera del desamparo,
caldera rabiosa,
marmita de alquimia,
cuatro corazones descalzos
y el odio flotando en una burbuja demasiado cálida
para estas pretensiones talladas de estallido con firmeza.
 
Entre los huecos de las cinco falanges
un disparo
o una duda.
Sabe el camino la bala,
el dedo yerra el impacto.
 
Tenemos tantos enemigos
que no nos caben en el vientre.
 
Agolpados:
políticos reformistas,
sonrisas de latón,
vecinas de uniforme,
amantes como dueños.
 
Agolpados,
esperando el vacilar que no llega
porque la manada aguarda,
porque la manada apunta,
porque la manada brama
una constelación de voces
que cantan libertad sobre la escucha desnuda,
ese sentir de lo iracundo
que sabe amar cuando toca
saber sentir los amores.

Todo el fuego en nuestras manos,
no importa quién,
no importa gatillo,
no importa dónde.

Todo el fuego busca leña,
una veta sensual
en la que astillar esquirlas.

Molerse labial.

Renace la llama atemporal,
la incendiaria,
la del calor antepasado,
convocando a lo inconcluso
de una hoguera sin patrones.

04 mayo 2014

Evocación


Siento toda esta cordillera
-la cordillera de la espalda de los hombres-
frenando mi caudal,
recordando la permeabilidad de lo poroso de tu cuerpo,
esos huecos etéreos, cavidades con tu nombre
a un lado y otro de los esqueletos terrestres.
Como ventosa,
mi lengua asciende por tu grupa.
Glup.
Y hacia allí el olvido
o aquello recordado en ascensiones sin vigía.
No había banderas, ni lobos
ni siquiera seísmos el día en el que planté esta semilla
en el hueco de tus piernas.
No estabas tú 
ni la primera piedra
que ahora se erige como estupa que te evoca.
Todo pizarra de lo más negro:
el abismo escolar del aprendizaje con errores.
Estoy memorizando la orografía de tus hombros
y al aspirarte veo
huecos entre puntadas,
amor por los retales.
Sabremos de manantiales, de géiseres al estío
y al invierno vomitando amantes que no sirven de nada.
Toda explosión sabe poner puntos cuando merece una pausa.
En este descanso que te invita,
en este devenir del tiempo-amo,
dictador de las pasiones,
tu reptarse sobre mi es cordillera,
la distancia entre los cuerpos, ladera y abismo.

25 marzo 2014

A vista de pájaro

Al elevarse sobre la polvareda
se puede discernir mejor el contorno de la batalla.
Sus porqués entre lamidos,
el estertor y el parto inicuo de lo que ahora estalla
al chocar entre sí esos los de realidad
contra la idea contaminada del deseo.
El deseo singular y el sacrificio,
se encarnan más allá del cuerpo.

Al elevarse sobre la polvareda
y observar el resto como ayer a mi misma,
—como si el respirar de la vida fuese
un ejercicio de zoología sin sentido—
se cobra conciencia de la individualidad del cuerpo.

No hay unión bajo ninguna piel,
ni los abrazos contagian.
No quedan esos túneles blancos con cartel de salida
o esperanza alguna en el lenguaje de los niños.

Desde dentro de la polvareda,
en el confuso patinar del suceso diario
la vida no es más
que café revuelto.

Opacidades

La obsesión por hablar de las cosas
y de las ideas de las cosas
y de todo lo creado por los hombres
nacidos en la tierra.
Ponerle voz a lo eterno.
Una voz con corazón
que no se quede fría
perdiendo el calor
tras la contemplación experta
del té en la taza azul.
Todos los días
lloran
las cosas sin voz
porque el corazón les duele.

Mutante

Hay partes de mí que sí que podrían parecerse a algo inmutable
a algo sólido y con aspecto de cosa vana,
pongamos, por ejemplo, una roca.
El resto es puro aire y quizá más leve que el propio aire
y quizá, en este instante,
ya está en otro lugar que no es el papel.
Pongamos, por ejemplo, que está en tus manos.

contemplación

Me quedé el tiempo suficiente en la orilla como para ver cómo se perfilaban los sedimentos del río.
Adquirían formas semihumanas, los rostros de piedra paciente sabiéndose meandro o borde prescindible.
Me quede mirando tanto tiempo el devenir del río que yo misma terminé por decantar.
Yo misma, tanto las ilusiones como las heridas.
Todo se dirigía magnéticamente a un grano amigo, a un alga vecina, a un desovar inevitable o viscosidad amante.
Mezcla inocente el no saber reconocer qué sirve y qué no sirve para encajar en la corriente.
Me fundí.
Agua, cristal, elemento.
Dónde encontrar la fuerza entre tanta salsa natural.

La ruta natural

Atravieso el puente de alcántara,
el desierto del sáhara,
las montañas de tian shan:
todas las tautologías
se condensan en los caminos de la piel.
Y como en cualquier rito,
me exigen una ofrenda.

¿Dejaré la inocencia o del atardecer escapará un grito?

Desprenderse nunca fue tarea fácil ante el clan.
Si doy mucho, peco de ególatra.
Si guardo motivos, de injusta.
¿Seré, en esta nueva etapa,
fiel cordero o amazona feroz?
Saciaré seguro el hambre pero todavía no sé
si el hambre de mi espíritu terminará
siendo canibal.

Atravieso la vía láctea de un transito
por ligeras inquietudes
flotando en leche sabia:
el chorro iluminador.
La plaga de langostas aterriza en la cocina,
el cartero trae la del genocidio de infantes.

Huracán de gelatina.

Se cuentan mil soles girándole a la luna,
mientras los meteoritos descubren
a tientas
una nueva humanidad en su naturaleza errante.

Ni una brizna de paja queda en este campo de semillas latentes.
Pero quedan huellas, huellas por doquier
al mirar atrás hacia andares y señuelos.



(Dejando constancia del primer poema de la nueva década)

21 marzo 2014

mariposa de iguazú o sorber minerales tranquila




No tengo cámara de fotos. Se perdieron —o más bien, perduran— en la memoria muchas instantáneas que me habría gustado conservar. Si bien siempre he creído que embotellar el presente en formol, digital o analógicamente, es solo para cobardes, nunca está de más guardar algunos momentos eternos. Se fueron muchos paisajes, lecciones, fiestas colectivas en medio del campo hasta que rayaba el alba que no intenté apresar: estaba muy ocupada viviendo; se perdieron —y no deseo atesorar en otro lugar que no sea mi habilidad para revivir la vida internamente— caras que amé, deseos cumplidos, hazañas que contar a los nietos que quizá no tenga. Pero hoy he recibido esta fotografía del viaje que hice hace unas semanas a las cataratas del Iguazú y, ya que no tengo constancia palpable en el blog de que llevo "una temporada" —todo intento por acotar temporalmente mis experiencias en el cono sur es absurdo— viviendo en Argentina, he decidido subirla. Para rellenar, quizá volver más cálida, esta casa mía que hace ya casi 8 años que sostengo, llamada "giralima girando".