14 enero 2007

2_ encuentros


El día que le conocí me robó el reloj. No fue un robo sutil precisamente. Siempre supe que era un ladrón porque yo misma le vi entrar y coger el reloj de mi escondite con sus propias manos. Se lo guardó bajo la piel y desde entonces me dirige en silencio, sólo con los ojos redondos. Cuando quiere detiene el tiempo en mi boca, lo deja resbalar, líquido y dulce. Y podría desechar horas como pétalos a su lado. Otras veces, me hace ir rápido, me coge de la mano y echa a correr sin ni siquiera pensarlo. Me lleva de visita por su vida como si fuera un parque temático y yo sentada en el oscilante vagón observando su sonrisa de niño grande... Pero no me importa dejarle jugar con mi tiempo. La primera vez que le miré perdone ese pecado de antemano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

C´est l´amour...