27 julio 2013

Rastrojos


Lo único que me sobra de ti son las ausencias,
la piel de rinoceronte.

Es lo único que me sobra.

De ti quiero el resto,
ese 95% casi puro,
delirio inmediato que permanecerá
-como el aroma a mirra-,
eternidad de pirámides.

Lo único que me sobra es tu capacidad
para doblegar lo líquido tendiendo a gaseoso:
Domador del vapor.

Goteo de fluidos.

Nubes altas,
Nubes medias,
nubes bajas.

Creas nubes con el frío,
Condensas lo invisible,
incluso el silencio,
incluso lo dicho,
incluso el beso,
regalo distante
de esta vestal sin vela.

Todo lo que ES
más allá de tus pulmones
se vuelve cirro extraño
cumulonimbo ajeno,
simple pasajero en la hierba,
huella que te holla fútil y carbón,
accesorio en la sombra,
albedrío artesanal.

Lo único que me sobra de ti son los espacios huecos
-latidos excluyentes-
en los que tu cuerpo exuda cárcel,
tu no-mirada celdas,

y el vapor se congela
para el alma descorchada.

Esa inmediatez de tus ruegos,
es lo único que me sobra.

El resto sería maná,
placidez a plazos,
seguro a todo riesgo.

Pero
el resto
-ese resto-
solo está en mi mente.

Que doblegues sin látigo
Que me excedan los dientes:
Todo eso de ti,
todo eso de ti,
es lo que me sobra.

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