27 julio 2013

Visitas (internas) inesperadas



Ya sé que mi blog no lo lee casi nadie. Tampoco lo publicito, ni siquiera a allegados. Es más una forma práctica de guardar poemas que me gustan en este vaivén vital (pequeñas selecciones aleatorias de toda la mierda que escribo) que algo que en realidad conserve por ganas o por ego. Por eso descubrir que en esta semana -al mirar en plan cotilla las estadísticas de Blogger- he tenido 24 visitas de Rusia me llama la atención.
Imagino que todo se debe a una “confusión-engañabobos” de internet. Como cuando me llegan comentarios en inglés, visiblemente dirigidos a un público masculino poco cauto, prometiéndome la mejor noche de sexo de mi vida. Pero aun con todo no deja de tener cierta gracia. ¿Rusia? ¿Entenderán acaso los rusos la poesía vaginal? Todo es posible. De todas formas creo que me quedo con la opción de spam en Blogger para blogeros curiosos como yo pero con 15 años y con pene.
Otra cosa que he visto en las estadísticas y que me ha hecho gracia es que el post que más visitas recibe es uno que escribí hace ya varios años sobre las golondrinas …
Muchas veces – esto ya lo he comentado antes- me pregunto por qué sigo teniendo el blog abierto y por qué lo continúo alimentando con trozos vomitados de anteayer. Ni siquiera vuelco todo: sólo pedazos. En ocasiones los resecos, esos que se tarda en quitar más que el resto, que se tienen que eliminar a conciencia, frotando con un estropajo de metal. La mayor parte de las veces son simplemente pedazos conyunturales, los que están a mano cuando tengo ganas, espacio y un ordenador libre con conexión a internet para poder subirlos, guardarlos, dejar un poco de mi olor en este rincón que huele a muchas otras cosas. En el fondo, soy una romántica. Quizá los rusos entienden de eso aunque no entiendan lo que es poesía vaginal ni descifren tan siquiera uno de mis versos, por mucho que lean fluidamente el alfabeto latino.
Hace poco leí un libro de cuentos de Tolstoi y ahora estoy con Dostoievski. Ésa podría ser otra explicación. Un tanto retorcida, sí, pero, ¿quién no es retorcido en la inmensidad de la causalidad digital? ¿Acaso las conjeturas, la conspiración de los símbolos no son elemento indispensable del ensueño romántico?
En mi mente navego por una carretera. Circulo por ella con la imaginación a velocidad no permitida.  A veces aparece otro personaje en mitad del camino. Tiene mi cara pero quiere hacerse pasar por una fuerza del orden. Lleva un traje con insignia y todo. Aunque veo  de lejos que la insignia es de gominola y me entra la risa, al verle tan serio y tan en su papel me da lástima humillarle y le sigo la corriente. Me grita “¡alto!”, así que yo reduzco la velocidad de mi alfombra voladora, con la que he recorrido en breves segundos años luz de tiempo, y me dirijo sutilmente al borde del andén donde me espera sin saber muy bien cómo imponerse. “¿Papeles?”, me pide. Le doy un papelillo OCB azul grisáceo, de los de liar tabaco, y un tanto turbado me pregunta si soy consciente de la velocidad a la que voy, que han saltado todas las alarmas, que me relaje, que no hay nadie delante ni detrás de mí a 500 kilómetros a la redonda y que no entiende cómo puede ser que en esa circunstancia no me dedique más a disfrutar del viaje en lugar de poner todo mi presente en peligro. “La imaginación es poderosa: si dejamos todo en sus manos, puede dar un golpe de estado”, concluye escolásticamente. Orden, mesura, equilibrio, me aconseja antes de dejarme partir de nuevo sobre la alfombra planteándome qué hay de cierto en todas mis mentiras.
Enfilo de nuevo el camino y de repente tengo la absoluta certeza de haber escrito esto antes.

6 comentarios:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

no estés tan segura de que no se lee tu blog, pero si es una manera cómoda de archivo. Besos antípodos

GiraLima dijo...

Jeje... Por eso pongo "casi nadie". Increíble que todavía sigas paseando por estos lares desde la Esfinge de Gratal.
Beso!

David Omsk dijo...

A mi me gusta asomarme de vez en cuando. Saludos María.

GiraLima dijo...

Sorpresa. Parece que lo que quedan son vínculos de la ciudad natal. Saludos, David.

Anónimo dijo...

yo soy una verdadera anónima y acá estoy, leyéndolo. luche y vuelve.

Anónimo dijo...

Giralima! siga girando!

Boavida