25 marzo 2014

contemplación

Me quedé el tiempo suficiente en la orilla como para ver cómo se perfilaban los sedimentos del río.
Adquirían formas semihumanas, los rostros de piedra paciente sabiéndose meandro o borde prescindible.
Me quede mirando tanto tiempo el devenir del río que yo misma terminé por decantar.
Yo misma, tanto las ilusiones como las heridas.
Todo se dirigía magnéticamente a un grano amigo, a un alga vecina, a un desovar inevitable o viscosidad amante.
Mezcla inocente el no saber reconocer qué sirve y qué no sirve para encajar en la corriente.
Me fundí.
Agua, cristal, elemento.
Dónde encontrar la fuerza entre tanta salsa natural.

No hay comentarios: