24 marzo 2010

la hortelana de la residencia de la alegría opina

Qué pena que me da ser tan objeto y tan fugaz. Tan poco tierra, tan poco todo. Una amalgama de emociones que no controlo, como si viviese en jurasic park siempre atenta al velociraptor que anida en mi jungla de latidos y bocados. Ñam. Qué pena que me da ser tan poco mármol. Tengo venas de estaño dúctil y todas ellas conducen hacia lo inevitable. Hacia el abismo al que me lanzo y fin. Que todo me da igual como que se me va la vida en cinco minutos recorriendo una calle cotidiana. Se me va… Y se va sin remedio hacia el callejón de las cosas perdidas. Hay algún mapa, seguro que lo hay. Alguien lo tiene preso, encerrado en un baúl que se subasta sin puja alguna de lunes a viernes en la abadía de los misterios. Y yo no tengo dinero para comprarlo. Ni ganas de leerlo. Ni traductor que descifre estas líneas quirománticas que pululan por mis manos hacia el monte de venus, ese que está bajo el dedo anular y sobre los genitales. Cuántas venus en el cuerpo para tener simplemente una sola en la mente. Una y revuelta. El colmo de la catástrofe. La ciclotímica que sigue el lunario para organizar su semillero. Esa podría ser yo si no me diera igual jugar al científico loco con las plantas, con sus ciclos y con los composts sin compostar. Tengo 20 kilos de compost en el balcón. Podría untarme un poco en las rodillas para ver si fermenta rápido y me lleva lejos, muy lejos. Allá donde nadie pueda encontrarme y sin embargo yo pueda divisaros a todos. A todos, bañados en belleza. A todos, hijos míos, que os cultivo con amor porque sois parte de mi y yo parte vuestra. Sabré higienizar el espíritu pero no sé cómo sanar el cuerpo, porque mi voz no llega tan alto, no abarca la escala que requiere esta canción para hacerte los coros una octava más alta sin desafinar ni recurrir a un falsete que es tan falso como no decirte que quiero dormir contigo. Pues te lo digo y punto. Si de algo sé es de saber que mejor tirarse a la piscina y que esté vacía que quedarse con las ganas de un chapuzón que no llega. Y mientras tanto este calor… Este calor pegándose a mi ropa de la semana como el humo de los bares a mi pelo de la vida. Este calor que no cesa de abrirse paso entre el quién soy y el con quién me acuesto. Sin más dilación que el dudar dónde está la constelación de Aries ahora que ya estamos en primavera y que el cielo de Bilbao es casi tan rojo como el de Madrid solo que a veces se ve alguna estrella.

Ante todo te doy las gracias por la inspiración. Luego perdonarás que sea una gatita impulsiva y me dejarás ir a casa intacta y virgen. Tienes que saber algo: eres más caballero que la mayoría.

Por mi parte, sigo tras mis pies, dos zancadas por detrás de mi talento. Él se abre camino solo, como las semillas germinan en cualquier lugar a pesar de que nos empeñemos en cuidarlas como a bebés, con una primera base de hierba, tierra y compost del bueno, del que podría hacer si no viviera en un edificio construido en 1848 que no permite que salga la lluvia ni que entre el sol por la ventana. Buen huerto de hongos el que tengo en el cuarto de baño. Quizá me quede a vivir allí definitivamente para ver si me fermentan un poco más las ideas.

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